Elon Musk no fundó Tesla: la verdadera historia detrás de la revolución eléctrica

Cuando escuchas el nombre Tesla, el primer rostro que se te viene a la mente es el de Elon Musk. Es la cara de los autos eléctricos, un visionario tecnológico y el hombre al que se le atribuye la revolución de la industria automotriz. Pero ¿y si te dijéramos que Elon Musk en realidad no fundó Tesla? ¿Y si los verdaderos pioneros de los autos eléctricos fueron eliminados del relato y casi completamente olvidados?

Esta es la historia de Martin Eberhard y Marc Tarpenning, los verdaderos cofundadores de Tesla Motors, y de cómo su visión dio vida a una empresa que cambiaría el mundo, hasta que Elon Musk reescribió la historia.

El comienzo: una visión nacida de la oportunidad

En 2003, Martin Eberhard, un ingeniero apasionado por la innovación, y Marc Tarpenning, un experto en finanzas y empresario, se unieron para explorar nuevas fronteras tecnológicas. Ambos habían trabajado juntos anteriormente en una empresa de lectores electrónicos llamada NuvoMedia, que vendieron por 187 millones de dólares. Con el éxito a sus espaldas, buscaban un desafío mayor.

Vieron una gran oportunidad en el mandato ZEV (Vehículos de Emisión Cero) de California, una regulación pionera que buscaba reducir las emisiones de los coches. Eberhard estaba frustrado con la ineficiencia de los vehículos a gasolina y emocionado con el potencial de las baterías de iones de litio. ¿Por qué no construir un coche deportivo eléctrico, elegante y de alto rendimiento?

Así nació Tesla Motors, no con miles de millones de dólares ni campañas virales, sino con una idea poderosa y el deseo de construir algo mejor.

Desafíos y un tercer miembro crucial

Había un problema: ni Eberhard ni Tarpenning sabían construir autos.

Para avanzar, reclutaron a Ian Wright, un ingeniero con experiencia en autos de carrera. Aun así, se enfrentaban a una enorme barrera: ningún inversionista serio quería apostar por una empresa de vehículos eléctricos liderada por desconocidos.

Hasta que apareció Elon Musk.

Entra Elon Musk: dinero, poder y ambición

En ese momento, Musk acababa de vender PayPal a eBay por 1.500 millones de dólares. Buscaba su próxima gran apuesta y la idea de un coche deportivo eléctrico lo intrigaba. Acordó invertir 6,35 millones de dólares en la primera ronda de financiación de Tesla.

Pero el dinero venía con condiciones. Musk quería ser presidente del consejo, lo que le daba una gran influencia sobre el futuro de la empresa.

Los fundadores aceptaron, sin saber que esto marcaría el inicio de un largo y complicado cambio de poder.

Crecimiento, éxito... y tensiones

Para 2006, Tesla ya había recaudado más de 60 millones de dólares. La visión se hacía realidad. El primer Tesla Roadster, un coche deportivo completamente eléctrico, estaba en desarrollo. A la prensa le encantaba. Tesla ya no era una startup más: era un movimiento.

Pero con cada nueva ronda de inversión, las acciones y la voz de Eberhard y Tarpenning se diluían. Aunque Eberhard seguía siendo CEO, Musk se involucraba cada vez más en las decisiones cotidianas.

Entonces llegó el lanzamiento oficial del Roadster. La prensa elogió a Eberhard como el cerebro detrás del éxito de Tesla. Musk explotó. Envió un correo interno exigiendo reconocimiento público por su papel. Insinuó que si no lo obtenía, retiraría el financiamiento.

Fue un punto de inflexión. Musk comenzó a intervenir directamente en los diseños, los cronogramas y cada aspecto del proyecto. Tesla empezó a sufrir retrasos. Eberhard, el líder original, quedaba cada vez más marginado.

El golpe

En agosto de 2007, Musk convocó una reunión del consejo sin informar a Eberhard. En esa sesión a puerta cerrada, lo destituyeron como CEO. No solo eso: le quitaron todos los cargos y le impusieron una cláusula que le prohibía trabajar en una empresa similar durante un año.

Fue una jugada fría, estratégica y para muchos, éticamente reprobable.

Eberhard demandó a Musk por difamación, calumnia y ruptura de contrato. Pero en lugar de rectificar, Musk fue más allá.

Negó públicamente que Eberhard fuera fundador de Tesla.

Redirigió el título de “cofundador” a otros empleados tempranos, borrando efectivamente a Eberhard y Tarpenning del relato fundacional.

Finalmente, la demanda se resolvió en privado. Eberhard desapareció del relato oficial. Musk se convirtió no solo en la cara de Tesla, sino también en su creador ante los ojos del mundo.

Reescribiendo la historia

Hoy, si preguntas quién fundó Tesla, casi todos dirán: “Elon Musk”. Los medios repiten el mito. La web de Tesla solía mencionar a Eberhard y Tarpenning. Ahora, Musk es el protagonista absoluto.

Esto va más allá del marketing: es un caso de control narrativo y de las dinámicas de poder en Silicon Valley. Quien controla el capital, controla la historia.

Nadie niega los aportes de Musk. Salvó la empresa varias veces. Impulsó innovaciones audaces. Llevó a Tesla a lo más alto. Pero ¿fundó la empresa? El crédito, según muchos, corresponde a otros.

¿Quién merece ser llamado fundador?

La historia de Tesla plantea una pregunta clave: ¿Qué define a un fundador?

• ¿Es quien tuvo la idea?

• ¿Quien construyó los primeros prototipos?

• ¿O quien puso el dinero?

En Tesla, la idea, la formación de la empresa y el equipo inicial vinieron de Eberhard y Tarpenning. Musk fue un poderoso inversionista que tomó el control más adelante.

Pero la historia, como siempre, la escriben los vencedores. Y en este caso, el que tenía el bolsillo más profundo.

Por qué importa esta historia

Tesla no es solo una automotriz. Es un símbolo de innovación, disrupción y futuro. Pero incluso en estos relatos de progreso, hay víctimas invisibles: personas cuyas contribuciones fueron minimizadas o eliminadas.

Reconocer los verdaderos orígenes de Tesla no disminuye los logros de Musk. Simplemente restaura el crédito donde se merece.

En un mundo donde los magnates tecnológicos son tratados como héroes mitológicos, debemos recordar: detrás de cada imperio hay una historia humana—llena de ambición, traición y alianzas rotas.

La próxima vez que veas un Tesla deslizándose por la calle, piensa en Martin Eberhard y Marc Tarpenning. Sin ellos, ese coche no existiría.

Puede que no hayan reescrito la historia, pero ellos la comenzaron.